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| Caspar David Friedrich - Wanderer above the Sea of Fog (1818) by cea + (CC BY 2.0) |
El movimiento romántico se originó en Inglaterra y Alemania a finales del siglo XVIII, circulando por el resto de Europa durante las primeras décadas del siglo XIX. El fenómeno cultural romántico quería romper con el orden clásico, dando lugar a los conceptos de democracia y libertad. El espíritu de este movimiento se centraba, pues, en una escala de valores basada en el subjetivismo. De hecho, podríamos resumir las principales líneas de esta corriente como sigue a continuación:
El predominio de una realidad subjetiva, del yo y del
idealismo frente a una realidad externa meramente objetiva, la significación
del individuo frente a la sociedad masificadora, y, por consiguiente, la
defensa de una libertad sin confines de la persona frente a las razonables
reglas sociales.
Libertad era la palabra clave; libertad de tener ideales
y perseguirlos; libertad de moldear la realidad externa a partir del mundo
interior personal; libertad de expresión, de expresar sentimientos, libertad de
luchar contra cualquier cosa, las instituciones, normas o entidades que
obstaculizaran o impidieran esa libertad.
Se podría decir que los románticos eran personas de
"los sentimientos por delante". Por ello, colisionaron de frente con
la realidad de su tiempo y, desengañados, huyeron o intentaron huir de ella. Se
refugiaban en la propia dimensión personal encontrando en la búsqueda de
recuerdos felices o de un pasado ideal el lugar perfecto para quedarse a vivir
y expresar su nostalgia. Los románticos encarnaban sentimientos irracionales, la
fantasía y la evasión de la realidad contingente. Asimismo, otorgaban mucha
importancia a la naturaleza, un espejo fiel del turbulento estado de ánimo
romántico. En definitiva, estaban los sentimientos antes de todo y la defensa
de su libertad.
Resulta evidente, por lo argumentado anteriormente, que
hubo una recuperación de lo folclórico, de las tradiciones nacionales y
populares, de lo popular en general. Igualmente, se trató en esta etapa
cultural de recuperar un pasado e idealizarlo. Así pues, el sentimiento
nacionalista tomó el relevo frente a lo universal, al igual que adquirió más
importancia la historia de las realidades en Europa, dejando atrás el mito de
la antigua Grecia y la inmortalidad del Imperio romano.
El romanticismo fue, en definitiva, un movimiento
artístico y literario, que se extendió incluso a la esfera social y política de
los países europeos del siglo XIX.

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