miércoles, 9 de enero de 2019

Innovaciones y elementos claves en Don Juan Tenorio.


Toda la obra de Zorrilla se basa en estas dos innovaciones:

1. El amor de Doña Inés (ex Doña Ana)
2. La conversión final que lleva a la salvación final 
    [deja de ser Don Juan y se salva].

En Zamora ya se insinúan estos elementos, pero a nivel accesorio. En Zorrilla no son elementos accesorios sino más bien columnas de la obra entera.
Estas dos características innovadoras tienen un denominador común: el cambio de época. Los cambios que introduce Zorrilla se deben al cambio social que vive su entorno social: se trata de una sociedad romántica pre-industrializada.
De hecho, Zorrilla instaura el Don Juan moderno, “borrando” las versiones precedentes. ¿Cómo lo hace? Cambiando la relación lingüística de los personajes, o mejor dicho, el uso que los personajes hacen de la lengua. Partiendo del hecho que Don Juan nace en el teatro, con Tirso los personajes eran portavoces de la verdad absoluta y el espectador tenía el simple papel de mirar y juzgar. Con Zorrilla se asiste a un cambio casi traumático en el poder retorico de Don Juan. Si el Don Juan de Tirso engañaba con las palabras, Zorrilla modifica la capacidad de lenguaje para transmitir la realidad/verdad: las palabras nos traicionan y ningún personaje está convencido de lo que dice. Don Juan utiliza diferentes lenguajes, ya que el lenguaje sirve para manipular la realidad. El mismo Don Juan miente con las palabras y lo hace en automático hasta que empieza a sentir amor: a partir de este momento tendrá problemas para mentir pues se da cuenta que está mintiendo y amor es una palabra referencial, cargada semánticamente. Sin embargo, ahora que Don Juan usa esta palabra en serio, los otros no le creen y esto provoca una serie de conflicto: si en la primera parte él era un burlador ateo que pervierte el lenguaje y logra sus objetivos, en la segunda parte asistimos a un enamorado agnóstico tendiente al creyente que no logra convencer a nadie con sus palabras referenciales. Aquí reside la tragedia: Don Juan ha sufrido una metamorfosis y usa las palabras con sentido distinto, pero, sin embargo, la gente sigue razonando lógicamente y no le entiende. Para el resto de los personajes es imposible que alguien cambie, incluso el comendador. De hecho, cuando Don Juan encuentra al comendador para explicarle que él ama realmente a Doña Inés, poniéndose de rodillas (como si se tratara de Dios), el comendador no le cree y por eso Don Juan lo mata. Nadie cree que una persona pueda cambiar, pero Don Juan sí cambia en vida y por eso no solo tiene más posibilidades de salvarse sino que también se convierte en un héroe católico frente a una sociedad protestante que no incluye la posibilidad de redención.
Cabe destacar que, hasta Zorrilla, Don Juan seducía a través de palabras habladas. En el caso de Don Juan Tenorio se abre el telón y la primera imagen es una mesa en un patio andaluz y Don Juan escribiendo una carta. Resulta raro si se considera que escribir es una actividad sedentaria y en toda la tradición Don Juan nunca estaba estático y siempre en constante movimiento. Aún más curioso es que está redactando una carta de amor; Don Juan sigue seduciendo con las palabras, pero esta vez escritas. Escribe una carta a una monja, que ha estado siempre encerrada y no ha conocido hombres ni el amor. Doña Inés contesta a la carta, pero como no sabe qué es el amor, parafrasea las palabras de Don Juan cargándola de significado. Al leerlas, Don Juan se enamora, pero se enamora de sus mismas palabras y se da cuenta que ella cree en esas palabras. Don Juan cree verdaderamente que Doña Inés está sintiendo lo que escribe; por ello, se pueden definir reformativas las palabras de Doña Inés, en tanto que Don Juan admite “Esa palabra cambia de nuevo mi ser”. Es el amor, que empieza como palabra y acaba en sentimiento que salvará a Don Juan de su condena.
La valoración de los hechos y decidir quién es el bueno y quién el malo es competencia del espectador, pues Zorrilla quiere introducir al espectador en la obra.

Tintero by Alberto G. (CC BY 2.0)




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