Toda
la obra de Zorrilla se basa en estas dos innovaciones:
1. El amor de Doña Inés (ex Doña Ana)
2. La conversión final que lleva a la salvación final
[deja de ser Don Juan y se salva].
En Zamora ya se insinúan estos
elementos, pero a nivel accesorio. En Zorrilla no son elementos accesorios sino
más bien columnas de la obra entera.
Estas dos características
innovadoras tienen un denominador común: el
cambio de época. Los cambios que introduce Zorrilla se deben al cambio
social que vive su entorno social: se trata de una sociedad romántica pre-industrializada.
De hecho, Zorrilla instaura el
Don Juan moderno, “borrando” las versiones precedentes. ¿Cómo lo hace? Cambiando
la relación lingüística de los personajes, o mejor dicho, el uso que los
personajes hacen de la lengua. Partiendo del hecho que Don Juan nace en el
teatro, con Tirso los personajes eran portavoces de la verdad absoluta y el
espectador tenía el simple papel de mirar y juzgar. Con Zorrilla se asiste a un
cambio casi traumático en el poder retorico de Don Juan. Si el Don
Juan de Tirso engañaba con las palabras, Zorrilla modifica la capacidad de
lenguaje para transmitir la realidad/verdad: las palabras nos traicionan y
ningún personaje está convencido de lo que dice. Don Juan utiliza diferentes lenguajes,
ya que el lenguaje sirve para manipular la realidad. El mismo Don Juan miente
con las palabras y lo hace en automático hasta que empieza a sentir amor: a
partir de este momento tendrá problemas para mentir pues se da cuenta que está
mintiendo y amor es una palabra
referencial, cargada semánticamente. Sin embargo, ahora que Don Juan usa esta
palabra en serio, los otros no le creen y esto provoca una serie de conflicto: si
en la primera parte él era un burlador ateo que pervierte el lenguaje y logra sus
objetivos, en la segunda parte asistimos a un enamorado agnóstico tendiente al creyente
que no logra convencer a nadie con sus palabras referenciales. Aquí reside la
tragedia: Don Juan ha sufrido una metamorfosis y usa las palabras con sentido
distinto, pero, sin embargo, la gente sigue razonando lógicamente y no le entiende.
Para el resto de los personajes es imposible que alguien cambie, incluso el
comendador. De hecho, cuando Don Juan encuentra al comendador para explicarle
que él ama realmente a Doña Inés, poniéndose de rodillas (como si se tratara de
Dios), el comendador no le cree y por eso Don Juan lo mata. Nadie cree que una
persona pueda cambiar, pero Don Juan sí cambia en vida y por eso no solo tiene
más posibilidades de salvarse sino que también se convierte en un héroe
católico frente a una sociedad protestante que no incluye la posibilidad de redención.
Cabe destacar que, hasta Zorrilla,
Don Juan seducía a través de palabras habladas. En el caso de Don Juan Tenorio
se abre el telón y la primera imagen es una mesa en un patio andaluz y Don Juan
escribiendo una carta. Resulta raro si se considera que escribir es una
actividad sedentaria y en toda la tradición Don Juan nunca estaba estático y
siempre en constante movimiento. Aún más curioso es que está redactando una carta de amor; Don Juan sigue
seduciendo con las palabras, pero
esta vez escritas. Escribe una carta
a una monja, que ha estado siempre encerrada y no ha conocido hombres ni el
amor. Doña Inés contesta a la carta, pero como no sabe qué es el amor,
parafrasea las palabras de Don Juan cargándola de significado. Al leerlas, Don
Juan se enamora, pero se enamora de sus mismas palabras y se da cuenta que ella
cree en esas palabras. Don Juan cree verdaderamente que Doña Inés está
sintiendo lo que escribe; por ello, se pueden definir reformativas las palabras
de Doña Inés, en tanto que Don Juan admite “Esa palabra cambia de nuevo mi
ser”. Es el amor, que empieza como palabra y acaba en sentimiento que salvará a
Don Juan de su condena.
La valoración de los hechos y decidir
quién es el bueno y quién el malo es competencia del espectador, pues Zorrilla quiere
introducir al espectador en la obra.
![]() |
| Tintero by Alberto G. (CC BY 2.0) |

No hay comentarios:
Publicar un comentario